Soy ese tipo de persona que tiene tantos proyectos abiertos que abruma y que nunca termina ninguno. Tengo intereses entusiastas que van cambiando con el tiempo y así los dejo fluir.
Pero ante cada proyecto de aprendizaje (o pet project) que surge, hay una oscura sombra que amenaza con enturbiarlo todo:
¿Debería convertirlo en un producto?
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